En primer lugar debemos indicar que el Concilio de Trento se celebró durante 18 años, desde 1545 hasta 1563, en la ciudad de Trento, Italia, iniciándose bajo el papado de Pablo III, siguió bajo los de Julio III, Marcelo IV y Pablo IV, finalizando con Pío IV. El tema principal que se abordó fue el nuevo estilo de la Iglesia, tanto la reforma como la contra reforma, con todos los temas que ello abarca.
Para enfatizar cuán misteriosa e inaccesible es la elección divina, el Concilio de Trento llama a la predestinación misterio oculto. Que la predestinación es un misterio sublime está claro; no sólo por el hecho de que las profundidades del consejo divino no pueden ser ni imaginadas, sino en lo desigual de la elección divina. Aunque sea correcta la respuesta de que Judas fue hacia la perdición por su libre voluntad, mientras que Pedro cooperó fielmente con la gracia de la conversión que se le ofrecía, esto no aclara el enigma ya que podemos seguir preguntándonos: ¿Por qué Dios no le dio a Judas la misma gracia eficaz que le dio a Pedro, cuya blasfema negación del Señor era un pecado no menos grave que el de Judas?
A esta cuestión la única respuesta razonable es la es la palabra de San Agustín: “Los juicios de Dios son inescrutables” (De la predestinación de los santos).